La Luna nos acompaña desde el principio de los tiempos. Exaltada por poetas, adorada por culturas de las más variadas civilizaciones, es regalo de amantes y testigo de conjuros.
A ella se deben las altas y bajas de los océanos, bajo su influencia toda materia se altera. Con sus ciclos, la Luna marca el flujo y reflujo de la vida.
Considerada madre, mediadora, peldaño o puente, la Luna permite el acercamiento entre las fuerzas de la Tierra y las del Cielo; por eso la Luna, como conciliadora, es el medio propicio para alcanzar una meta, cualquiera que sea, pues ella es servidora del Sol y la Tierra.