Simboliza en la naturaleza la condensación del impulso de Aries, la materialización de fuerzas creativas que se concretizan en la abundancia de formas, siendo esta segunda fase de la primavera la de la vegetación masiva, espesos céspedes, verdes pastos, flora, esencias vegetales y aparición de los primeros frutos. A imagen del bóvido, el nuevo ritmo va de acuerdo con la lentitud y estabilidad debidas a la pesadez, espesor y densidad de la materia. Pero esta encarnación es rica: se asimila a la tierra nutricia, a la Madre Naturaleza, fecunda por excelencia. Por lo demás, en él tenemos al signo más femenino, a imagen de la vaca, animal hiperhembra.
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