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Venus… Marte… un baño de estación y los nuevos paradigmas inclusivos

por Néstor Echarte



Siempre me llamó la atención el hecho de que los signos o grafismos  de dos de los símbolos más importantes de la astrología, como lo son Venus y Marte hayan terminado expuestos en la puerta de un baño de bar o de estación, como indicativo del sexo que está habilitado para ingresar al mismo.

Nada más primitivo y degradante, terminar así, para símbolos que forman parte del cuerpo de conocimiento de una de las disciplinas más integradoras y definitorias de la naturaleza humana como lo es la astrología. Circunstancia a la que por lo menos habría que definir como una falta de respeto hacia la seriedad que le deberíamos propiciar a nuestra “querida y venerable ciencia” tal como la definía, años atrás, el profesor Spicasc. 

 

 

El paso del tiempo, el cambio en los comportamientos sociales y la necesidad de adaptarnos a los nuevos paradigmas de la humanidad que desde la boca para afuera se vanagloria de ser cada vez más inclusiva, ha  provocado una acaparación furiosa y poco clara de una simbología que no le es propia, y merced a la poca creatividad de un diseñador que fusionando los grafismos de Venus y de Marte encontró el recorrido más fácil para crear un simbolismo supuestamente adecuado, generó un engendro que no posee una identidad propia, sino que recurre a definiciones simbólicas prestadas, que en el intento de combinarlas pretende explicar y simbolizar una situación que, lejos de ser simplificada, debería analizarse en forma más compleja para construir así una simbología que le sea propia, sin llegar al recurso del arrebato facilista de símbolos que poseen un contenido propio y claro.

La misma astrología ofrece para la interpretación de estos diferentes comportamientos sexuales y definiciones de género, una combinación adecuada de símbolos y reglas que sin llegar a la simplificación gráfica, obtienen los mismos, y mejores resultados cuando son analizados por astrólogos especializados, a la hora de definir las distintas conductas y comportamientos humanos.

La astrología es una disciplina que se basa, fundamentalmente, en la inerpretaciòn de los contenidos simbólicos que se le atribuyen a los planetas, y a los diferentes elementos que componen nuestro Universo.

Estos símbolos acuñados en un pasado remoto, tratan de representar con la mayor claridad posible un contenido que por sus características asociadas al comportamiento humano, se vislumbra como dinámico. Es decir, que el contenido de los símbolos cambia y evoluciona según la dinámica que la humanidad produce en su seno, y más allá de que el grafismo que identifica al símbolo sea casi en forma permanente el mismo, su contenido se modifica, casi imperceptiblemente para las personas, pero visto y analizado a través de los tiempos incorporando complejas modificaciones en su estructura interpretativa.

Más allá de que el uso cotidiano, degrada el contenido de algunos símbolos depreciando su contenido simbólico de los supuestos elevados principios del análisis astrológico (tal como la frase con la que iniciamos esta nota lo indica), lo cierto es que los distintos niveles de lectura que un símbolo propone cubre el amplio espectro de intentar reflejar la naturaleza humana en todos sus planos evolutivos, y no solo en la mención del “baño que nos toca utilizar”.

Está muy claro que también los astrólogos tendremos que trabajar  sobre estos cambios que acompañan a la sociedad para comprender e integrar aquello que por generaciones y mandatos sociales era visto como un desvío o una enfermedad, y no el resultado de una libre elección basada en la percepción de una sexualidad diferente.

Es probable también que así como la aparición de nuevos planetas, desde el descubrimiento de Urano hasta la actualidad, nos sigue sorprendiendo con el acompañamiento a los cambios que la humanidad sufrió en los últimos 300 años (se supone que un planeta aparece cuando la humanidad está preparada para recibir su energía), este fenómeno siga ocurriendo, y nos lleve a incorporar nuevos elementos astrológicos que, con su propia simbología, nos permitan definir y transitar con la mente abierta esos nuevos paradigmas sociales por los que la humanidad atraviesa.

La Ley

Pese a que considero que el mundo debería ser mucho más anárquico y menos regulado, ya que los verdaderos cambios provienen desde adentro, desde la comprensión, el crecimiento, la solidaridad, la empatía y la aceptación de las diferencias y no por lo que una ley pretende imponer,  la Argentina dio un paso importante en la sanción de la ley de identidad de género que viene a contemplar la situación de miles de personas que se perciben diferentes a lo que está consignado en su documento de identidad o partida de nacimiento, otorgándoles la posibilidad de modificar esta situación legal.

En tan solo tres páginas el Congreso de la Nación Argentina sancionó la ley 26.743 de identidad de género que reconoce el derecho de las personas a ser tratado según la percepción de su propio género, independientemente a si corresponde o no al sexo asignado en el nacimiento.

La ley significa un avance importantísimo en la legislación argentina, independientemente de la percepción y sensación que cada ser humano puede tener sobre el tema, y sobre la que las generaciones más añosas deben hacer un ejercicio de aceptación que seguramente transcurre mucho más lentamente que aquello que la inmediatez que la ley quiere imponer.

Es por eso que el tema se sigue debatiendo en todos los foros, con posiciones controvertidas y opuestas, a medida que la sociedad comienza a entender que independientemente de lo que una ley pretenda imponer lo más importante es la comprensión por parte de cada uno de sus integrantes que es necesario respetar la diversidad y la libre decisión de cada persona.

Es obvio que la ley, por sí sola, no puede obligar a nada, y que sin la concientización de la sociedad solo se convierte en papel pintado.

Lo que sí se debe aclarar, es que la ley se para en un lugar diferente, distinto, a la aceptación que la biología señalaba para la definición de un determinado género a los fines legales y relacionados con la identidad, para situarse ahora en la concepción de “género”, muy diferente a la biológica, y basada principalmente en  la construcción social de la propia identidad.

Durante años la humanidad, definió el género a partir de la biología, y en gran parte así lo hizo también la astrología. Solo basta constatar este concepto, recurriendo a bibliografía astrológica de  no hace más de 30 años atrás donde los principios de hombre y mujer estaban asociados, desde lo sexual, a los contenidos de Venus y Marte, considerándose el resto de las conductas como desviaciones o enfermedades. Creo que no existe bibliografía astrológica que haya encarado en esa época el tema de la sexualdidad de una manera algo más inclusiva.

Nótese que la Ley de Identidad de género, se sigue parando en los mismos principios de hombre o mujer, y de masculino o femenino, y no en un enorme abanico de identidades diferentes. Solo permite una elección entre uno u otro género. Podríamos decir que en ese sentido tiene algunas limitaciones.

Mientras tanto, la astrología también seguirá trabajando con los mismos planetas, Venus y Marte en este caso con claras definiciones sobre lo masculino y femenino, buscando las diferentes opciones o elecciones en configuraciones planetarias que aporten a la lectura de comportamientos distintos, hasta tanto se puedan incorporar nuevos elementos planetarios que desde su propio simbolismo y su clara definición gráfica nos permitan ir asimilando estas nuevas construcciones sociales.

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