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Contra la epidemia de la soledad, llega el antídoto de la solitud

     Frente a la soledad patológica de la sociedad moderna, existe otra beneficiosa que se contrapone a la veloz vida digital. La solitud propone un bienestar ligado al silencio y al propio cuerpo. Por eso caminar las ciudades es un modo de alcanzarla.

     El despertar es rápido. La ducha más. Desayuno a veces ni hay. El trayecto al trabajo, acelerado, probablemente en coche, quizá en metro o en autobús. Se cruza con muchas personas pero no suele mirarlas. Hay entre usted y el mundo una pantalla; quién sabe si más. En nuestro contexto digital, la soledad ha desvelado ya sus dos caras. De un lado, es una epidemia que supone ya mayor amenaza para la salud que la obesidad: la conexión social puede reducir en un 50% la muerte prematura, según la investigadora Julianne Holt-Lunstad. Pero existe otra vertiente que se revuelve frente a la vertiginosa vida contemporánea, y es entonces cuando la soledad resulta beneficiosa. Es más, junto al silencio, el pudor e incluso el aburrimiento, la soledad es una forma de revolución.

     "El ritmo de las actividades se ha tornado inhumano", advierte el intelectual portugués José Tolentino Mendonça en su ensayo Pequeña teología de la lentitud (Fragmenta editorial). "Ante el torbellino social, se ha perdido el arte de la soledad y ésta, por contra, debería considerarse un recurso", opina el escritor y periodista Michael Harris en su reciente volumen, Solitud (editorial Paidos). "Es una forma de resistencia, una voluntad de reencontrarse y de nunca más perderse en un mundo en el que las personas ya no se reconocen", culmina David Le Breton, profesor en la Universidad de Estrasburgo y autor de ensayos como Desaparecer de sí y Elogio del caminar (editorial Siruela).

  Expuesto el escenario, falta ponerlo en práctica. ¿Cómo abrazar la solitud? Cuando alrededor habita la vorágine, caminar en soledad, incluso en las urbes, nos reconcilia con nosotros mismos, sostienen los intelectuales arriba mencionados. Argumenta Le Breton: "Caminar resulta anacrónico en un mundo contemporáneo que privilegia la rapidez, la utilidad, el rendimiento y la eficacia. Es un acto de resistencia que celebra la lentitud, el silencio, la curiosidad y lo inútil, valores absolutamente opuestos a las sensibilidades neoliberales que condicionan irremediablemente nuestras vidas. Que las personas se tomen su tiempo es una subversión de lo cotidiano, un largo sumergimiento en el interior que, para los contemporáneos que sólo viven en la superficie de sí mismos, parece un abismo".

    Porque la clave no es, únicamente, cambiar la velocidad por la lentitud y caminar en soledad para acabar fijándose en las verdades y bellezas del mundo, sino la concepción del tiempo. Piensa Toledano, por ejemplo, que "la velocidad que nos es culturalmente impuesta hace que ganemos tiempo, pero después no sabemos vivirlo de forma humana y creativa". "Ganamos tiempo pero no llegamos a vivir nuestra vida.

Es necesaria una educación que nos reconduzca a lo esencial y eso, no tengo dudas, pasa por reaprender la lentitud", propone. Y se acuerda de aquel libro de Milan Kunderaque se leía en los 90: La lentitud, donde se decía que "aquel que camina tiene siempre presente su cuerpo, consciente más que nunca de sí mismo y del tiempo de su vida".

    Para otros, sin embargo, "la lentitud ya es un juicio". Dice Fabrizio Andreella, escritor italiano especializado en el análisis de la contemporaneidad, que de lo que se trata es de diferenciar entre el "tiempo real y el tiempo devorado". "El primero es tiempo que revela, que permite una experiencia desconocida en lugar de repetir la misma de siempre mecánicamente. El problema es que nuestra curiosidad se concentra en el tiempo devorado, en la fuerza de acción mecánica", considera.

   Terminada la jornada laboral, quizá a horas intempestivas, usted emprende el camino de regreso de la misma manera en que lo comenzó, probablemente. Móvil en mano, paso raudo, metro, personas, ya llego, ya llego. Habla Le Breton para Papel y se lamenta de que "muchos de nuestros contemporáneos aspiran a relajar la presión que pesa sobre sus hombros" sin recordar que "el móvil es hoy una terrible pantalla que se interpone permanentemente entre el peatón y la ciudad; la mayor parte de la gente camina con los ojos pegados al teléfono, con absoluta indiferencia hacia los demás y hacia su ciudad. Deben aprender de nuevo la belleza del mundo y de los otros a su alrededor".

Fuente: EL MUNDO

-"Sancho...¡Que horror!"

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Comentario por ANTONIO GARAU el mayo 2, 2018 a las 4:09am

      Como sería hoy el hundimiento del Titanic...

      Gracias por el seguimiento, Olga. Vivimos como soñamos: solos.   (Joseph Conrad)

Comentario por OLGA SUSANA BENAVIDEZ el abril 30, 2018 a las 9:49pm

Es triste ver a la humanidad perdida en una carrera hacia no sabe donde, peero sigue corriendo. Despertar, salir de ese circulo, es vital. La mayoria corre, pero hay una minoria que deja todo y se va de las ciudades,  buscando parar y vivir. Son los que buscan encontrarse a si mismos. Todos tenemos la posibilidad de despertar. Gracias Antonio!!!

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