¿Qué puede inducir a una persona que lleva una vida cómoda y apacible en uno de los países más prósperos y tranquilos del mundo a poner una bomba en las calles de su ciudad y, acto seguido, iniciar una cacería con un rifle tomando como piezas a cobrar las vidas de un centenar de jóvenes adolescentes que acampaban en una isla, con los que no había tenido antes trato alguno y sin mediar tampoco entonces ningún tipo de provocación? Es algo muy difícil de entender, y mientras tratamos de…
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