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EL AÑO  NUEVO

 

La gnosis de los eventos cíclicos con sus correspondientes leyes y regentes o Fuerzas de la Naturaleza, constituían los Grandes Misterios cósmicos.  De ahí los enigmáticos mitos repletos de símbolos y de alegorías, para hacer entender tamañas realidades. Ambas Puertas solsticiales formaban parte primordial de los calendarios  y del inicio del Año Nuevo, así, entre los egipcios el Año Nuevo comenzaba en el Solsticio de Verano; institucionalizado por los sabios sacerdotes egipcios, allá por la época prehistórica de la Era de Cáncer, (7.000-6000 años a.d.C.). De la Religión Taúrica (4000-2000) se conserva el Mito del Sol Osiris, vencido diariamente por Seth su hermano, Príncipe de las Tinieblas, y también cada día era el Sol vengado por su Hijo Horus -El Hijo del Dios.

Apolo también triunfó sobre la Serpiente Tifón apenas nacido que lo quería devorar en venganza del dios enemigo, o Hércules desde la Cuna tendrá que dar muerte a las serpientes que iban a devorarlo. Al igual que Apolo, Hércules, Agni, y tantos otros dioses de diferentes civilizaciones y culturas, Jesús tendrá que vencer  (28 de Diciembre, la Matanza de los Santos Inocentes), la muerte escapando de la venganza de Herodes. La alegoría representa al Sol niño recién nacido, balbuceante, al que los seres tenebrosos de las tinieblas le acechan, pero el Sol con su luz ímproba siempre es más fuerte y termina venciéndolas inexorablemente, y precozmente vencen a las serpientes símbolos del Caduceo de Mercurio, representando a los poderes del Sol, de la Luna y de Mercurio: el espíritu, el alma y la inteligencia. De ahí, que los sacerdotes egipcios celebraban el ritual del Nacimiento, Muerte y Resurrección del Sol, todos los días, de la cual es una permutación la misa cristiana celebrada diariamente, en la cual se expone el Fuego inextinguible del Espíritu divino. Muchas  de las liturgias de las Grandes Religiones celebran este rito diariamente, ya que el Sol nace y muere todos los días, y la vida cotidiana, debe ser siempre un rito, una ceremonia solar y divina, ya que el día, el Año, no son sino submúltiplos de los 7 ciclos astrológicos-astronómicos fundamentales del Gran Año por excelencia, refiriéndose al principio de los tiempos, de la creación de nuestro Sistema Solar, y por tanto de nuestro Globo.

 

El cambio de la celebración del Año Nuevo parece deberse a los persas, griegos y romanos; todos ellos inauguran el Naciente Ciclo de la Precesión de los Equinoccios, al volver de nuevo a la Constelación de Aries. La civilización romana celebraba por tanto, el Año Nuevo en el Solsticio de Invierno, y así hemos continuado en Occidente: lo celebraban después de las Fiestas Saturnales del Solsticio. Mircea Eliade describe estos ciclos tal como las concibieron las civilizaciones de la Era de Aries: ciclos de CREACION- MUERTE- RESURRECCIÓN, entendiendo ciclo, como el Camino, como un RITO mediante el cual, los humanos rememoramos las hazañas de los Dioses. Por eso, el Mito Solar celebra el ciclo anual -humano- a imagen de los grandes ciclos planetarios: Micro-Era (el Año), Sub-Era (14 años aproximadamente), Era (2160 idem). Por la escala superior a la Era está Super-Era, Mega-Era y Supra-Era.  Por ello, en el curso del año solar, se reproducen los Ciclos que dan vida a la Tierra, según sus movimientos más básicos: los Siete Ciclos de la Precesión de los Equinoccios mencionados, en los que se hayan implícitos el movimiento de rotación de la Tierra sobre su propio eje  (el día) y de traslación de la Tierra alrededor del Sol (las estaciones: equinoccios y solsticios).

De manera, que el Espacio-Camino, por el que orbitan los planetas, y el Tiempo que tardan en su realización, se expresan en las leyes naturales y cíclicas que dan vida a la Tierra y a todos los seres que contiene dentro de sí, y cuando en el Solsticio se simboliza en nacimiento de una deidad, es porque ésta refleja todo su poder, sabiduría y amor: se produce el  Nacimiento de la Luz (de la Conciencia, de la Voluntad y del Amor que entrega generosamente a los hombres, e incluso dando su vida, y su inmolación de sacrificio por ellos.

 En otras épocas, el Año se celebraba en el Equinoccio de Primavera, -lo natural es que se diese durante la Era de Aries-, escenificando la lucha, el triunfo, y la posterior resurrección del dios, coincidiendo el paso mensual del Sol por la Eclíptica; y en la Era de Tauro los Egipcios y sus contemporáneos lo celebraban en el Solsticio de Verano, en el inicio del Signo de Cáncer, considerando la afinidad de los dos signos femeninos: Tauro (la Tierra) regida por Venus Pandemos (la armonía y belleza de sus ciclos, de sus estaciones, y de sus leyes) la Luna exaltada, fertilizando toda vida en ella; y Cáncer que representa la Vida, el nacimiento con su Regente la Luna, regando con su Agua maternal y oceánica toda existencia en ella, con la exaltación de Júpiter, que la hace crecer, expandir y multiplicarse, desarrollando todas sus semillas y prospere su evolución, y  según los egipcios, la Estrella Sirio, cuida de que ese progreso llegue al término de su perfección, tal y como los dioses imaginaron sus formas.

 

          A imagen de esta maravillosa Ley de la Naturaleza y del impresionante acontecer cíclico del Kosmos (Religión Natural), la Liturgia cristiana celebra históricamente, el Nacimiento de Jesús y la Encarnación del Cristo en aquél (Religión revelada); procediendo a unir así, el carácter histórico y mítico de lo humano y de lo divino, con la representación iniciática y mistérica de la Creación y  Regeneración del Kosmos-Tierra.

 

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