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Supuestos de nuestra mirada astrológica, por Alejandro Lodi

Creo que es fundamental y muy honesto no dejar de plantearnos qué es astrología. A medida que profundizamos en ella y adquirimos convicción acerca de su validez, siento que resulta indispensable revisar qué es lo que estamos inconscientemente aceptando, qué supuestos implícitos están presentes en esa aceptación, y sincerarnos con qué es aquello que creemos y qué no creemos respecto a su práctica.

En definitiva, el tema de los supuestos es un tema de creencias implícitas en nuestra mirada y consideración de las cosas. No es tanto una cuestión de ideas sagaces de las que podemos conscientemente dar cuenta con orgullo, sino de qué sensibilidad de registro de la realidad y constancia vivencial está presente -acaso de un modo velado, no consciente- en nuestras definiciones y argumentos. Si no lo sentimos y no lo vivimos, nuestras creencias acerca de la astrología sólo serán presunciones metafísicas, más mágicas o más intelectuales. Creer no deja de ser aquello de lo que estamos dando fe, aquello que estamos asumiendo que nos consta. ¿Somos conscientes de lo que estamos asumiendo que nos consta al aplicar el paradigma astrológico en nuestra consideración de la realidad?

Si el simbolismo astrológico se ha establecido en nuestra vida es porque, lo sepamos o no, hay un conjunto de valores sensibles, principios existenciales y construcciones conceptuales que hemos incorporado. No atender a ello puede conducirnos a contradicciones, a cierta agitación interna por sentir que “algo no cierra”, cuando no a severas crisis en las que podemos sentirnos atrapados en un gran equívoco o defraudación. En este sentido, lejos de ser mero ejercicio de certezas racionales, comprometerse con la astrología es “caminar sobre papel de arroz”.

Meditemos entonces sobre cuáles son algunos supuestos de nuestra mirada astrológica.

El primer supuesto tiene que ver con un principio simple y contundente que existe en la base. Es el principio de correspondencia que enuncia la tradición de la filosofía hermética: “como es arriba es abajo, como es adentro es afuera”. Basado en él, la astrología se presenta como el estudio de la relación entre la estructura del cielo y de las formas en la tierra, la correspondencia entre el orden del sistema solar y el de una vida humana. Es clave reparar en que no se trata de un principio que se denomine “ley de determinismo” ni “ley de influencia”, sino de correspondencia; no presupone cosas tales como que “el arriba causa el abajo”, o que “el afuera influencia el adentro”. El término utilizado es correspondencia, es decir dos planos o dimensiones que responden mutuamente uno con otro, que se co-responden. La ley de correspondencia, en definitiva, cuestiona la separación entre cielo y tierra, entre el mundo externo y el mundo interno, entre los sucesos exteriores y su vivencia psíquica interna. La ley de correspondencia nos está diciendo que no existe una cosa o la otra, sino que cielo y tierra, exterior e interior, acontecimientos objetivos y persona subjetiva, son una misma unidad. A la tierra no “le ocurre” el cielo, del mismo modo que a la persona no “le ocurren” los acontecimientos, sino que no existe tierra separada del cielo, ni sujeto individual aparte de los sucesos de la vida. Este supuesto de nuestra mirada astrológica nos dice que somos lo que vivimos, el ser es la experiencia. Somos lo que nuestra vida revela; no somos previos a esa revelación, ni entidad alguna separada de los acontecimientos que la manifiestan.

El cielo guarda relación con la tierra. No se trata de una relación física causal, ni de la influencia de uno sobre el otro. No es que el cielo determine lo que ocurre en la tierra, ni que lo indicado en una carta natal defina fatalmente lo que viva una persona. La carta natal es un símbolo de esa relación, de ese encuentro entre la entidad individual que ha encarnado ese diseño y la pauta universal con la que se corresponde. Y se trata de un símbolo vivo, ya que cobra vida cuando es significado por la conciencia que lo encarna. Según la conciencia se transforme, la carta natal es fuente de renovada información. Podríamos decir que la carta natal acompaña (co-responde) la evolución de la conciencia, al mismo tiempo que tal evolución no es sino la capacidad de la conciencia para responder (co-responder) al destino que su carta natal simboliza. Esta doble vía es una relación, es un encuentro que revela una unidad entre conciencia y destino. Este es entonces nuestro supuesto fundamental: conciencia y destino son el ser.

Un segundo supuesto básico es que la correspondencia entre “adentro y afuera”, entre “arriba y abajo”, es fundamentalmente una correspondencia vibratoria y psíquica, organizándose en el plano de los hechos concretos de un modo que cobra sentido cuando es significado por la conciencia. La carta natal como símbolo no revela sucesos literales fatalmente determinados, sino sucesos con una específica cualidad vibratoria y que resultan pasibles de ser significados. Por ejemplo, la Luna no describe “cómo es mi madre”, sino qué tipo de vibración energética estará asociada a su vivencia y, en ese sentido, probables escenarios y situaciones (dentro de un abanico previsible pero siempre con variantes sorprendentes) en los que podrá encarnarse esa experiencia de lo materno.

Las posiciones de los planetas en una carta natal y las relaciones entre ellos muestran diseños que permiten significar la organización psíquica interna de una persona y el vínculo con su destino. La estructura de la carta natal no es un modelo fijo que debe ser cumplido, no es el manual de instrucciones para el correcto funcionamiento de una máquina ya construida. La carta natal no es real, es sólo un mapa que adquiere realidad en la exploración de una vida. El mapa sólo adquiere sentido cuando es explorado el territorio que cartografía; sólo allí la información del mapa se hace real. Conocer el mapa no es conocer el territorio, pero sí resulta útil y fundamental para reconocerlo cuando ese territorio comienza a ser experimentado.

Los sucesos de nuestra vida son la realización de la carta natal, no el acierto o la falla respecto a un plan que alguien pueda conocer de antemano. El astrólogo no sabe lo que debería ser la vida de una persona. El astrólogo no lo sabe. Y no lo sabe porque una vida humana no es una obra ya conocida con la que sólo reste ser consecuente, sino una creación vincular, una co-creación de la que participa tanto nuestro propósito consciente como el que florece en las redes vinculares en las que estamos entramados. Una vida humana está siendo co-creada en el presente, no ha sido ya creada en el pasado. Una vida humana no es un plan o misión predeterminada a cumplir que uno mismo o algún otro puedan conocer por leerlo en el mapa natal.

La carta natal es una estructura vibratoria que se da a conocer mientras se desarrolla. Somos el despliegue del ser que se revela en nuestros acontecimientos y vínculos. No somos algo “ya hecho y definido” que debe cumplirse. No somos a priori de la experiencia de vida. No estamos escritos. No somos una secuencia lineal de hechos fatalmente predeterminados. La experiencia de vida nos presenta los desafíos en los que se revela la conciencia de lo que somos. Los hechos y nuestros vínculos de destino son reveladores del ser del que vamos tomando conciencia. Esos acontecimientos no son azarosos, sino que responden a un orden cíclico. En ese sentido, tienen un grado de objetividad: no ocurren en cualquier momento, no pueden ser eludidos. El movimiento del cielo es el movimiento de esa evolución. El movimiento de los planetas en el cielo marcan los tiempos de nuestros procesos, no sólo biológicos y psicológicos, sino fundamentalmente de las crisis de revelación. Los ciclos planetarios dan claves para que la conciencia pueda significar los procesos más profundos de ese ser que se está revelando, del espíritu en acción.

Por último, de todo lo dicho se desprende otro potente supuesto de nuestra mirada astrológica: los hechos de nuestra vida nunca son exclusivamente individuales, sino que siempre son compartidos con otros y resultan significativos a la revelación de otras estructuras energéticas de cartas natales, no sólo de la propia.

Los acontecimientos específicos de nuestras vidas individuales responden al entramado vincular. Los sucesos de “mi vida” son, al mismo tiempo, sucesos en las vidas de otros. Un hecho que nos ocurre y que puede ser significado desde nuestra carta natal, al mismo tiempo le ocurre a nuestra pareja, a nuestros padres, a nuestros hijos, a nuestros amigos, etc., y cada uno habrá de significar el mismo hecho de un modo distinto y acorde a sus estructuras y procesos individuales. La carta natal aporta un simbolismo relevante para el significado de los hechos, pero no indica los hechos específicos, sencillamente porque los hechos específicos nunca son singulares y estrictamente asociados a una sola carta natal, sino que son resultado de la convergencia –profundamente misteriosa e imposible de aprehender o predecir- de múltiples claves vitales individuales. Los acontecimientos de nuestra vida no tienen ninguna posibilidad de ser exclusivamente individuales y personales, sino que siempre son vinculares y co-creados, siempre son la manifestación de una corriente de pulsos vitales en red.

Por cierto, la carta natal sí nos indica cómo esos hechos resultan congruentes con nuestra naturaleza y su despliegue, pero sólo lo revela cuando esos acontecimientos están siendo vividos, cuando forman parte de nuestra experiencia vincular presente. La carta natal no puede anticiparnos los sucesos concretos, pero sí la naturaleza del tiempo en el que están siendo vivenciados y los desafíos de destino que representan para los rasgos más fijos y temerosos de nuestra identidad en el viaje de la co-creación de aquello que somos.

En Alejandro Lodi, Astrología

Una exploración en símbolos del alma

Abril 2009

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Comentario por Anna Feuerberg el junio 30, 2013 a las 3:50am

Me alegra que haya disfrutado el artículo, Don Antonio, sin duda Lodi aporta una visión muy significativa de la astrología.

Precisamente, yo siento que tenemos la posibilidad de mirar y sentir en nuestro interior analizando astrológicamente -lo que hay a la luz y un día, lo que hay a la sombra. Siento que el plan es perfecto, en el sentido que procura llevarnos a reconocernos, a aprender a crear, evolucionar, como toda vida en el Universo.

Gracias por su visita, estimado amigo, cordial saludo! Anna

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