RELATOS Y CUENTOS: EL MAR ES UNA RICURA, PERO BRAVO ES ALGO SERIO.

[orlando parra]

RELATOS Y CUENTOS: EL MAR ES UNA RICURA, PERO BRAVO ES ALGO SERIO.

Por: Orlando Parra Diaz

Trascurría el año de 1980 cuando por razones de mi profesión ingeniero forestal, me nombraron para laborar en la ciudad de Tumaco como sede, esta hermosa bahía que forma la ciudad esta ubicada en el departamento de Nariño, en su parte occidental bañada por el océano pacifico.

La actividad laboral para mi ya era una rutina los lunes viajaba en lancha de Tumaco a la región de Salado hondo, municipio de Francisco Pizarro, era una lancha pequeña con dos asientos de fibra de vidrio con un motor de 85 caballos de fuerza, sin elemento de seguridad chalecos o flotadores, ni de primeros auxilios. Contaba con un motorista y guía según la condición del clima durábamos en la ruta de dos a tres horas.

El comercio en esa época era la madera y el coco, ahora me cuentan de del coco se paso a la coca seguro fruto del abandono del gobierno en esta región.

Un jueves por la tarde ya con ganas de regresa a Tumaco busque dormida en una fábrica que había de palmito el cual lo extraen del cogollo tierno de la palma su color es blanco rico en fibra y como pasante acompañado del licor de la región el churuco o el viche un aguardiente extraído de la caña de azúcar viche de ahí su nombre.

El dueño era un español casado con una colombiana tenían un niño que lo vi enfermo y me ofrecí a llevarlo al otro día con su madre a Tumaco para su revisión médica.

Era una mañana hermosa sin brisa sol pleno mar tranquilo, llevábamos una hora de viaje cuando el mar empezó a rizarse y poco a poco se fue tornando en un oleaje fuerte,  las olas se incrementaban el oleaje zarandeaba la lancha, el agua entraba a la lancha y nos pagaba en la piel ,  con el sol radiante,  secaba rápidamente la sal marina sobre la piel y los labios se  partían y la sangre brota, con mis botas plásticas retiraba el agua  de la lancha y a su vez ayudaba al motorista  indicándole  cortar las olas, que el por el oleaje no veía, había olas de dos a tres metros que no elevaban y luego caíamos durísimo  el cual ponía la lancha en peligro de que se partiera por la mitad.

El motorista me indica que si la lancha se parte me pegue a uno de los asientos ya que ellos sirven de flotadores por que son  sellados y me amare con mi cinturón, el pánico es tremendo uno no piensa en nada no hay tiempo, o la señora y el niño en pánico nada se puede hacer, además no se sabe que rumbo tomar , estamos perdidos en altamar, pero así como la tempestad llega así llega la calma, que rumbo tomar pueden aparecer tiburones, se mira el cielo en busca de gaviotas no hay brújula, no se ve nada el combustible se agota.

 De pronto vemos unos bufeos de color negro son delfines, el delfin ahuyenta el tiburón, el motorista trata de seguir la ruta hacia la izquierda a ver si llegamos a un sitio de playa, seguimos el sol pega fuerte, la sed es tremenda hay sabor a sangre en el paladar, así continuamos de pronto veo en el horizonte un punto negro el me dice es el faro seguimos rumbo a ese sitio, ya se ven las gaviotas y casi sin gasolina llegamos al embarcadero.

El motorista es un nativo y en tierra me dijo la lancha es para los dos y cargar mujeres es de mal agüero, traen desgracias y nos salvamos de milagro. Ese día me dije me voy o me quedo y me quede.

Orlando Parra Diaz

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Ciudad: Ibagué-Colombia