[...] En el momento del nacimiento, de la ilimitada matriz del ser surge una encarnación física de una de las miríadas de posibilidades de la vida. Por más bello que pueda sonar esto, de hecho no nacemos con una comprensión de nosotros mismos como entidades aparte, individuales; tampoco llegamos llegamos dotados de una consciencia de nosotros mismos en cuanto manifestaciones del espíritu universal, ni como expresión de alguno de losmúltiples rostros de lo que algunos llaman Dios. Sin embargo, es mediante el desarrollo y el cultivo dl signo en el Ascendente y de los planetas en la casa Uno como no solamente llegaremos a ser más conscientes de quiénes somos en cuanto individuos irrepetibles, sino también de cuál es nuestra relación con el todo más amplio del cual formamos parte. [...]
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Howard Sasportas, Las doce Casas, pg. 46, Editorial Urano,
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