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Los elementos en polaridad: el Fuego y la Tierra (Continuación), por Alejandro Lodi

Fuego dominando – Tierra en sombra

La disposición consciente orientada al registro del elemento Fuego sugiere una personalidad que expresa vitalidad, búsqueda de sentido y de trascender el mundo de las apariencias para rescatar lo auténtico de la vida. Para estas personas lo genuinamente vital se encuentra aprisionado por lo establecido. Hay una natural atracción por lo que se intuye posible más allá del status quo. Toda forma concreta se percibe como vitalidad atrapada que necesita ser liberada (“fuego encapsulado”) o como la forma que otros supieron darle a la vitalidad en el pasado (“el fuego de otro”) y que ahora debe ser contrarrestada en tanto inhibe la expresión del propio pulso vital.

Esta lucha por el Fuego puede llevar a un planteo moral: considerar que la concreción que otros supieron darle a la energía es “perversa”, “dañina” o “reprochable” en su intencionalidad, propósito y aspiración, y sentir que sólo el propio anhelo es verdaderamente puro y auténtico.

Como condición de esta autenticidad se privilegia lo espontáneo, generoso y capaz de entregarse al riesgo creativo. Apuestan a lo heroico, a jugarse por aquello que fue intuido como verdadero. Son capaces de contagiar y estimular vitalidad, de ser la chispa que enciende el fuego en otros. De la compleja y contradictoria trama de la realidad material saben obtener una captación sintética de lo global, de lo que trasciende y conecta con la vida, de lo que revela una dirección ascendente, espiritual. El orgullo de ser poseedores de tal capacidad intuitiva puede conducirlos a la paradoja de considerarse a sí mismos elegidos por atributos “personales” para llevar adelante la tarea de superar el “egoísmo” terrenal.

La conjugación de búsqueda de significados trascendentes y ligados a la verdad con esta aptitud de entrega y exposición personal los convoca a la pasión y a la épica, tanto como a extremos de dramatismo histriónico. Les es propio el mundo mítico y mágico, el mundo de los juegos infantiles y sus tramas fantásticas. La vida como juego. El amor como juego. La pasión erótica, el despliegue de energía al servicio de la atracción romántica o sexual, los amores únicos y que desbordan toda racionalidad y prudencia, representan experiencias casi irrenunciables, escenarios que permiten protagonizar a las personalidades de Fuego lo que sienten el argumento mismo de la obra vital.

Parece claro que, cuanto más autónomo pretenda ser este modo de apreciar la realidad centrado en la pasión y trascendencia propio de la captación intuitiva (“lo que la realidad podrá ser o será”), más distante del registro consciente estará entonces la percepción de lo concreto y material propia de la captación sensorial (“lo que percibo que es la realidad a través de los sentidos”). Recordando a Jung, en tanto domine el Fuego, la Tierra estará condenada a una manifestación inconsciente, sombría, y será considerada una amenaza que debe ser controlada.

Ahora bien, por ley psicológica, aquello que permanece silenciado en la sombra, retenido y controlado en su expresión, termina por manifestarse en forma compulsiva, desbordada, confirmando así todas las fantasías oscuras que se habían elaborado sobre su expresión. El vínculo del Fuego dominando y polarizando con la Tierra en sombra -desconociéndola, negándole existencia- provocará que inevitablemente lo tan temido ocurra. En algún momento la psique intentará una conversión extrema y la Tierra se manifestará con toda su carga acumulada de retenciones históricas.

La Tierra irrumpiendo como sombra desde el inconsciente presentará sus atributos más reprobables, menos virtuosos. Así, el antes idealista deviene en fervoroso defensor del orden y las posesiones, apegado a las raíces y a la sensatez conservadora. El buscador de verdades trascendentes se transforma en un cínico materialista para el que lo real sólo es aquello que sus sentidos son capaces de disfrutar. La generosa entrega mítica de sí mismo a un ideal superior se convierte en hedonismo.

La repolarización extrema de la Tierra desde la sombra puede conducir a la convicción de haber descubierto que el único mundo no ilusorio es el material y que se debe ingresar en él sin demora. Acaso se sienta necesario compensar el tiempo perdido en idealizaciones mediante una esforzada constricción al logro concreto y al orden, y un abnegado compromiso con la construcción de formas en el mundo. En esa radicalización se corre el riesgo de una pérdida absoluta de sentido trascendente y de las necesidades internas, a expensas de una adaptación rígida a modelos sociales y culturales ligados al éxito material.

En verdad, se trata de polos cristalizados en un vínculo de mutua incomprensión. A lo largo del desarrollo vital y la evolución del destino, la conciencia puede ir descubriendo claves de integración, oscilando entre uno y otro polo -cada vez más rítmicamente y con menos fijeza- sin demorarse en cristalizaciones. Progresivamente, ser consciente de este pulso le permitirá a la naturaleza de Fuego comprender como clave de encuentro con la Tierra que, en verdad, la vitalidad trascendente sólo se revela en los procesos orgánicos y materiales, que lo auténtico y creativo se desarrolla en el mundo, en el presente, y de acuerdo a leyes que, aunque sutiles y acaso excepcionales, armonizan con la sustancia.

Tierra dominando – Fuego en sombra

La disposición consciente orientada a la Tierra describe a una persona centrada en lo material, en lo sustancialmente explícito. Valorando el sentido de realidad, se considera a sí misma “realista” y, en efecto, puede demostrar gran capacidad práctica y eficiencia operativa. Este talento para alinearse con las leyes de la materia -y no resistirlas- permite que desarrollen con efectividad su don realizador y de organización.

Prevalece lo seguro y estable, lo sólidamente sustentado en el pasado y que debe prolongarse en el tiempo. Anhelan que el futuro coincida con lo ya conocido y establecido como confiable. Esta tendencia a conservar las formas constituidas puede tornar a estas personas refractarias al cambio, al riesgo y a un mañana diferente. Para ellas todo cambio resulta una depreciación de los valores tradicionales y auténticos. En todo caso, las respuestas innovadoras a los dilemas del presente tienen que contar con “riesgo cero”. Esto puede llevar a paradojas como la de buscar propuestas creativas que hayan sido “debidamente probadas alguna vez en algún lugar”. Lo creativo (el futuro) ajustado a lo conocido (el pasado).

Naturalmente instaladas en la realidad concreta, estas personas pueden exhibir gran capacidad de sostén material y de solidez estructural. Pueden destacarse por su habilidad para generar sustancia y proveer de lo necesario a los demás. Y al hablar de sustancia también nos referimos -es obvio- al dinero. El talento hacedor, planificador y constructivo puede conducirlos a desarrollar estructuras que reproduzcan y multipliquen el capital, tanto como a cristalizarse adhiriendo a la lógica de la acumulación y la retención. Por cierto, estas dos modalidades de la Tierra (de circulación o de apego) revelan diferentes modos de relacionarse con su antagónico, el Fuego, y marcarán el grado de distancia sombría con él.

Asociada a lo orgánico y natural, la Tierra como registro de la realidad dominante se vincula a personalidades que privilegian el contacto y registro de lo corporal. El disfrute sensual y la atención a las necesidades orgánicas del plano físico forman parte de la actividad cotidiana y encuentran un espacio natural en sus rutinas personales. Pero también aquí el miedo a perder esta posibilidad de goce, a no poder satisfacer aquellas necesidades básicas, puede derivar en una actitud de recelo en el contacto con el mundo. Así, la capacidad de disfrutar del placer corporal se diluye en el esfuerzo por la demanda de logros concretos, el cuerpo se sacrifica (se tiraniza) en pos de resguardarse de la imprevisibilidad material del provenir. El temor a lo porvenir y la prevención de las carencias que se proyectan en el futuro anulan el registro del presente.

Precisamente, esta manera extrema de la percepción de Tierra relega al Fuego a la sombra. El Fuego manifestándose como sombra habrá de conducir a la compulsión de vivir “todo el riesgo de una vez y en un sólo instante”. Luego de años de confinamiento inconsciente, cobra vida el “demonio” allí desarrollado capaz de poner todo en juego por una corazonada, de confiar en su hado antes que en su prudencia y desafiar a las leyes más objetivas de la realidad. Estos momentos de crisis compensatoria pueden estar signados por la necesidad de experimentar la audacia en exceso, de expresar la vitalidad individual bajo la forma de un individualismo dramático o un histrionismo exacerbado. El ego, con su necesidad de protagonizar su épica historia y de confirmar su mágica existencia, cree ver ahora la oportunidad de cumplir “el sueño de su vida”. Liberado al fin del realismo, llegó el momento de ser idealista. Así, las fantasías del mundo interior, la dimensión mítica ahogada en años de sensatez racional, copan el centro de la escena consciente. Sentirse seducidos por la aventura, dejar todos los compromisos y ”empezar a vivir de una buena vez”, atreverse a aquello que ha dejado pendiente o que nunca se atrevió a vivir, abandonar los vínculos seguros por las pasiones súbitas, pueden conducir a extremos de frivolidad, de infantil narcisismo o caprichos pasionales.

La posibilidad de acercamiento de estas distancias polares, la clave para que una disposición consciente de Tierra no condene al Fuego a la sombra -en definitiva, la oportunidad de comprensión y mutuo reconocimiento de ambos registros de la realidad- requiere la aceptación de que toda plasmación material es animada por una intención, que toda definición de formas en el plano físico y corporal se corresponde con el estímulo de un propósito vital. Esa vitalidad que enciende las formas no se fija en ninguna de ellas, circula y sigue reproduciéndose constantemente en nuevas manifestaciones materiales. En el vínculo Tierra-Fuego (o materia-energía, forma-vitalidad) las concreciones humanas relacionadas con la intuición de un sentido trascendente van desplegando la creatividad de la vida misma, sin detenerse en ningún logro formal.

En verdad, la síntesis de la Tierra y el Fuego revela la comprensión de que la realidad material cobra sustancia y se organiza a partir de principios y aspiraciones motivadoras de la acción. La Tierra y el Fuego nos anuncian que el mundo orgánico de la materia es animado por propósitos esenciales del espíritu.

En Alejandro Lodi, Astrología

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Comentario por Anna Feuerberg el julio 2, 2013 a las 6:32pm

Jajaja Toni, usted es un Leo juguetón :) Le cuento que esa imagen la armé en Photoshop con elementos que hallé en Google, así lleva mi expresión creativa ;) Abrazos, Anna

Comentario por Anna Feuerberg el julio 2, 2013 a las 3:01pm

Pues tenemos bastante en común con tu Urano en esa posición. El mío se encuentra en Leo, por lo que esta energía resuena aun más en mi personalidad, junto a Mercurio, Sol, Lilith y Nodo Norte.

En signos de agua: Quirón, Venus, Luna y Neptuno.

Un abrazo, Toni!

Comentario por Anna Feuerberg el julio 1, 2013 a las 3:13pm

Jajaja Te quedó estupendo! Así que eres Leo ASC Capricornio? Yo Leo ASC Acuario, con una carga importantísima de Capricornio que aprender! ;) Abrazo, Toni

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